viernes, 11 de mayo de 2012

Cuento de chocolate


LA CASA DE CHOCOLATE

La casa era de bahareque y el bahareque era puro chocolate. En esta casa vivía una señora muy buena. El niño que había estado caminando al salir de la escuela se acercó atraído por el delicioso olor a chocolate.
-Entonces todo lo que hay dentro será puro chocolate, pensó el niño. 
Después de un momento se acercó a la casa y preguntó a la señora si ese era su desayuno, su almuerzo, su comida y la señora le dijo que sí.
-¿Usted no se empalaga? Preguntó el niño. Y volvió a preguntar: -¿Me puede regalar un poquito? Es que no tengo para comer y la señora le dijo: -Agarre lo que quiera.
Ese día el niño comió hasta llenarse y se fue a su casa. Contó lo que había visto y describió lo rico que le había parecido el chocolate y dijo a la mamá: -¿Podemos vivir en esa casa de chocolate? Es muy rica, siguió diciendo el niño, esa puede ser la comida del desayuno, del almuerzo y si queda un poquito será para la media tarde- y entonces se fueron a hablar con la señora.
Ella les indicó que podían bañarse en la piscina. Esa tarde se divirtieron hasta que se cansaron y el niño pensó que esa familia vivía feliz porque comían chocolate y porque tenían mucho dinero.
Al lado de ellos vivía otra familia. De esta casa salió una señora que al ver al niño saltando feliz, los miró con desagrado y les preguntó: -¿Ustedes no se vuelven chocolate? Y agregó: - Si quieren nos ponemos al sol y entonces nos volvemos ricos, muy ricos.
-¿De verdad? Preguntó el niño
-Claro que sí, dijo la señora.
Karen Yesenia Gamboa Cruz
10 años
Colegio Francisco José de Caldas
Cúcuta, Colombia

En realidad, sólo vivimos a veces


Oh, mi Dios

La tarde cayendo está,
el mundo afuera se agita.
Es tan hermoso el fulgor
y tan dulce la ocasión
que mi voz aguarda en vela.
Y es tan pequeña mi barca
y tan frágiles mis remos.
Y tanto quiero avanzar.
Oh, mi Dios
que en el silencio
me quedo esperando playas,
olas dulces, sol y viento.
Con el mar vendrán las olas,
con las playas sol y viento.
Y estas velas destrozadas
y este velero deshecho.

Poema del alma


LA TORTUGA JOSEFINA

La tortuga Josefina
tiene una casa de palo
con puertas sin cerraduras
y ventanas a los lados.
Cada mañana la pinta
con los trinos de la aurora
y para barrerla tiene
la mejor de las escobas.
Le gusta lavar los pisos
y sacudir las cortinas
y al viento fresco le deja
el planchado y la comida.
Hacendosa es la tortuga.
En su casa todo el día.
Cierra puertas y ventanas
cuando la noche está fría.

Poema a mi pueblo "Sardinata"


ME GUSTA

Te miro ahora, mi pueblo y me pareces pequeño;
pero me gustabas más cuando eras aún más pequeño.
En alpargatas andabas y, a  cada paso asomada,
por las calles empedradas
la gracia se estremecía entre briznas de alegría
con florecillas de nada.
Y en las oquedades de viejos acacios
cómo se enredaban, dulce algarabía,
diminutas alas, breves surtidores de melancolía.
Y cómo jugaban las viejas muladas,  las crines al viento,
relinchos y coces,  gastada herradura que en dulce liturgia
de los campanarios soltaba las voces.
Y el río que siempre dulce, rumoroso
plantaba las hierbas del buen hortelano
y soltaba flores como mariposas
y acercaba troncos y viejas raíces
a las viejas casas de viejos fogones.
Y las carreteras de rostro empolvado con sus caña bravas y matarratones,
arreglos, acordes de vieja cigarra
que al final del día subían con la luna
a tejer camisas y blancos pañales,
que el sol mañanero llevaba a la cuna.
Y el camino largo, los grandes potreros,
las cercas de alambre, las dulces vacadas,
los copos de hierba, las tiernas aromas
y el sol que sediento iba a la quebrada.
Y la sombra vieja de las viejas casas,
los grandes solares donde las gallinas fabricaran huevos
y los entramados, perfecto vendaje que leve caía,
sinfonías emplasto de araña ternura, sobre el tronco viejo siempre cicatrices.
Te pienso, mi pueblo en noche estrellada,
con palmas furtivas en fresca mañana,
con samán frondoso y fuente agostada,
en viejos escaños donde los abuelos en la copa vieja de un viejo sombrero
recogen ahora los trozos de ensueño
que quedaran rotos una madrugada.
Me gustan las cuerdas y los guitarreros,
la tierra festiva que huele a guayaba,
la brisa coqueta que pasa saltando y la blanca nube.
Me gusta la calma del viejo camino,
la sombra del árbol, la inquieta hojarasca
 y el paso apurado que lleva a la casa
alforjas, canastos siempre campesinos.
Y me gusta el falso con sus andaduras,
la vaca que rumia los tiempos perdidos,
el dulce breviario de los pajarillos,
las leves cometas que pone la hierba
gallinas y patos, el árbol vencido;
los hongos preclaros, las leves orugas,
caminos y hormigas entre siemprevivas.
Me gustan las rosas con olor a nube
y aquellas que saben a tarde sin par,
las breves que tiemblan como los luceros,   
aquellas que siempre renuevan su andar.  
Me gusta la madre que aguarda en la cuna
y el tiempo que surca, a veces fugaz,
me gusta la tarde que va al campanario
y el sol que entre nubes se sienta a rezar.
Y me gusta el verso dulce de la palma,
esa sinfonía que batiendo va,
 el camino largo serpeando entre riscos
y las golondrinas que hablaran del mar.
Me gusta la nube que sabe de cuencas,
esa que se bebe el agua, sin más,
el terrón que agita su brazo cansado,
el árbol que aguarda a los caminantes
y la vieja piedra, asiento, bondad.
Me gustan los surcos y las mariposas,
los verdes maizales, las copas en flor,
me gusta la tierra que aran las lombrices
y las cicatrices del viejo azadón.
Me gustan los predios que saben de bienes,
que no se sonrojan ni esconden su ser,
que guardan la vida entre las raíces,
la acunan, la cuidan, la sueltan después.
Me gustan las frutas que saben de abejas,
aquellas que escuchan canciones de amor,
las que alzando el rostro elevan la tierra
como el campesino cuando muere el sol.